Mujercitas
Leer Mujercitas es como leer un abrazo, por eso me parece el libro idóneo para abrir la sección de reseñas de este blog: sujetaos al café.
Mujercitas llegó a mi vida cuando fui adulta, estuvo mucho tiempo —injustamente— en la lista de pendientes. Se quedaba ahí porque tenía la confusa idea de que me encontraría una novel romántica y edulcorada, hasta que la adaptación al cine de Greta Gerwig despertó la curiosidad por abordar la versión original y pude darme cuenta del error. Es por eso que con este post me gustaría contribuir a que nadie esperara casi treinta años para leer por primera vez Mujercitas.
Mujercitas recoge el tránsito entre la niñez y la vida adulta de las cuatro hermanas March. La obra se sitúa vagamente entre 1861 y 18711, en el estado de Massachusetts. La primera parte de la obra (Little Women or Meg, Jo, Beth and Amy) fue escrita en un periodo muy breve de tiempo (diez semanas) por Louisa May Alcott. Supuso un éxito rotundo y las ventas empujaron a la autora a escribir un segundo volumen (Good Wives); siendo el conjunto de ambos lo que hoy conocemos por “Mujercitas”. Como secuela se publicó también la novela “Hombrecitos” (Little Man), menos conocida.
La novela puede considerarse una saga familiar breve inspirada en la vida de la autora. Las chicas March en un principio pueden parecer personajes muy planos, debido a los rasgos tan característicos que los identifican y diferencia entre sí. Cada una de ellas encarna, de una forma tierna y pero definitiva una carencia concreta: Meg es materialista, Jo testaruda, Amy vanidosa y Beth demasiado tímida. Los acontecimientos de la novela poco a poco sitúan a las hermanas ante dilemas y obstáculos que las impulsan a superar esos defectos reconduciéndolos hacia versiones suyas moralmente más elevadas. De esta forma, Meg abraza la vida humilde, Jo canaliza su temperamento para convertirse en una mujer independiente, Amy se desarrolla como una persona diligente y centrada y Beth se vuelve capaz de incluir a los demás en su rico mundo interior.
La Guerra de Secesión aparece como un contexto lejano y, a excepción de la ausencia paterna, tiene poco impacto en la vida de las chicas. Tanto la esclavitud como el racismo, son temas que se obvian en esta novela así como cualquier otra de las motivaciones de la guerra. Este hecho está relacionado con el carácter costumbrista de la novela, dirigido a un público trabajador que se vería reflejado en la vida de las chicas y que, en cierto modo, podía sentirse aligerado de sus problema del día a día por el tono de gratitud y ganas de vivir de la humilde familia March. Esta obra, se encuentra lejos de las líneas maestras de la literatura norteamericana del siglo XIX, más cercana al retrato o la crítica social como por ejemplo ocurre en Huckleberry Finn (otra lectura pendiente…); sin embargo, no por ello la encuentro falta de interés.
Las hermanas March pasan la infancia en un ambiente modesto pero en el que no pasan necesidad. Ese punto intermedio contrasta con otros personajes secundarios como son la familia Hummel —acuciados por la pobreza— o Laurie, Sally y la tía March, que pertenecen a una clase social más acomodada. Dentro de este paradigma, las chicas aprenden la importancia de ayudar a los menos favorecidos, así como a gestionar sus ambiciones y a discernir el valor real de todo lo no económico, un tema central de la novela:
—¿No preferirías que se casara con alguien rico?
—El dinero es bueno y útil, Jo. Espero que a mis hijas no les falte ni que las tiente tener demasiado. […] No quiero una fortuna espléndida, una buena posición ni un nombre famoso para mis hijas. Si la clase y el dinero acompañan al amor y la virtud, los aceptaría agradecida y me alegraría por vuestra buena suerte. Pero sé por experiencia que la felicidad real vive en una casita donde se gana el sustento de cada día y algunas privaciones hacen que los placeres sean más agradables.
– Mujercitas Capítulo 20 – Confidencial
Su crecimiento personal se desarrolla en un ambiente de dulzura y comprensión. Es un libro que, en el fondo trata de la importancia de los buenos valores por encima de los buenos modales, y lo hace a lo largo de un espectro muy completo de las situaciones en las que se podía encontrar una familia obrera de la época. El cristianismo aparece como un paraguas para todos estos valores; tanto es así, que, en ocasiones, se alude al proceso de transformación de las chicas como “peregrinaje”. Sin embargo, la religión o la fe no aparece como el eje motor de la novela, ya que los valores que se promueven (familia, amistad, ayuda al prójimo y templanza ante la adversidad) son valores tan transversales a la vida que su contribución positiva a la vida individual y a la sociedad perdura aún en la actualidad independientemente de las creencias espirituales.
Se la ha reconocido mucho como novela feminista —y sin duda lo es— pero ese feminismo parece nacer de la integridad de los personajes. Madre y padre que actúan como brújula moral de la familia y crean un ambiente fragantemente femenino en el que las mujeres no solo se ocupan de la economía doméstica, si no que trabajan, tienen inquietudes y aspiraciones y toman decisiones diferentes respecto a su vida que son respetadas por su entorno. Es una novela que enmarca el matrimonio y formar una familia como una elección, no como el único destino aceptable. De esta forma, en dos ocasiones las chicas rechazan compromisos económicamente tentadores en las que no existe un amor suficientemente transcendente. Un dato curioso y bien recogido en la película de Gerwig es que la autora, Louisa Mary Alcott, nunca se casó, y fue una mujer trabajadora e independiente por voluntad propia. Su idea era que Jo ilustrara este ejemplo, y durante la primera parte de Mujercitas, así lo hace. Sin embargo, se vio presionada para casar a su personaje en la segunda. Aún así, Jo continúa siendo dueña de su destino.
Mujercitas se estructura en capítulos breves que recogen el progreso de la trama pero que, a pesar de no poder leerse de forma aislada, constituyen de forma individual una especie de fábula. Son personajes que actúan en casi todo momento de forma ejemplarizante, normalmente cuando se desvían de dicho camino están a punto de aprender una lección muy clara. Se caracterizan por esa dulzura propia de los cuentos infantiles; pero trasladada hacia la adquisición de responsabilidades propia de la vida adulta. Se convierten también en inspiración de cómo superar los obstáculos y las situaciones difíciles que presenta la vida cotidiana. En este aspecto, dos de mis dos capítulos favoritos son “(11) Experimentos” y “(28) Experiencias Domésticas”, porque casi 200 años después encontré algunos consejos en ambos y me sentí identificada con los personajes. Creo sinceramente, que en cualquier momento que lo relea encontraré algún ejemplo inspirador.
Para mí, Mujercitas es un clásico para leer a tus hijos antes de dormir, para encontrar un poco de guía en la adolescencia, para sentir algo de confort maternal en la vida adulta. Es todo eso en un solo texto, pero yo creo que es mucho, muchísimo más. Creo que puede ser un buen rato en familia, pero más allá creo que puede aportar formas de explicar conceptos que a veces son difíciles (y en este sentido mis respetos a «El Monstruo de los Colores»), pero sobre todo a re-enfocar nuestra situación de privilegios y poder darle importancia otra vez solo a aquello que es importante.
Si os ha gustado este post y os habéis quedado con ganas de más, decídmelo en los comentarios. Os recomiendo también este video de Extra Credits que profundiza un poco más en la vida de Louisa May Alcott.
- Recomiendo consultar esta pieza para más detalles sobre la cronología (la motivación para su elaboración es especialmente dulce). ↩︎